Stephanie Méndez era una mujer exitosa en el mundo de los negocios, pero algo le faltaba en su vida. Después de años dedicados a su carrera, decidió tomar un descanso y viajar por Europa. Fue en París donde encontró su verdadera pasión: la pintura.
A partir de ese momento, Stephanie se sumergió en el mundo del arte y se dedicó a pintar en su tiempo libre. Pintaba todo lo que veía y sentía, y rápidamente sus cuadros comenzaron a llamar la atención de las galerías de arte más importantes de la ciudad.
Con el tiempo, Stephanie se convirtió en una artista reconocida en todo el mundo y sus obras estaban en las colecciones privadas de los coleccionistas de arte más destacados. A pesar de su éxito, Stephanie nunca perdió su humildad y siempre se mantuvo firme en sus raíces.
Hoy en día, ella sigue pintando y viajando por el mundo, inspirándose en nuevas culturas y experiencias para seguir creando arte que inspire y emocione al público. Es admirada por muchos y su legado en el mundo del arte está asegurado para siempre.
Un día soleado, Matías y Stephanie coincidieron en una tienda de música. Ambos buscaban el mismo CD y al doblarse para cogerlo, se chocaron. Matías se disculpó y Stephanie le sonrió, iniciando una conversación sobre sus gustos musicales. Descubrieron que tenían mucho en común y decidieron seguir hablando por un café. Desde entonces, no se han separado.