Sylvia Ahi era una mujer con una pasión innata por la música. Desde muy joven, dedicó su vida a la enseñanza de distintos instrumentos. La guitarra era su favorita, pues creía que era un instrumento que conectaba de forma única con las emociones de quien lo tocaba. Pero también enseñaba piano, violín y batería.
Además de la música, Sylvia era una amante de los libros y la poesía. Siempre tenía un nuevo libro bajo el brazo y disfrutaba de pasar horas en la biblioteca de su ciudad. Era una persona incansable y una viajera empedernida. Había visitado la mayoría de los países del mundo, algunos más de una vez.
Pero a pesar de su vida plena y su amor por la música, Sylvia estaba atravesando una crisis creativa. Sentía que sus alumnos la superaban y que no estaba aportando lo suficiente al mundo. Por eso, decidió tomarse un tiempo sabático para viajar y encontrarse a sí misma.
Durante ese año, escribió un libro de poesía que la reencontró con su pasión por la escritura y la música. Y así, regresó a su vida con una nueva energía creativa que impactó en todos los que la rodeaban.
Arnold y Sylvia se conocieron en una conferencia de arte en Ciudad del Cabo. Arnold estaba admirando una pintura cuando se dio cuenta de que Sylvia también estaba observando la misma obra de arte. Comenzaron a hablar sobre su pasión por el arte y descubrieron que tenían mucho en común. Después de la conferencia, decidieron ir juntos a tomar un café. El resto, como dicen, es historia. Desde entonces, Arnold y Sylvia han disfrutado de numerosas exposiciones de arte juntos y han creado su propia colección personal.