Tony Santoro siempre ha sido un hombre trabajador y ambicioso. Desde joven, se ha enfocado en construir su carrera en el mundo de los negocios, y ha logrado acumular una gran cantidad de recursos y éxito. Sin embargo, con el paso de los años, Tony ha comenzado a cuestionarse si ese camino es realmente el que quiere seguir.
Últimamente, ha sentido una gran necesidad de desconectar y dedicarse a otros aspectos de la vida que quizás había descuidado en su búsqueda del triunfo material. Ha comenzado a viajar más y a explorar nuevas actividades y pasatiempos, sintiendo la emoción de descubrir cosas nuevas y dejar atrás la monotonía.
Tony Santoro está aprendiendo a apreciar las cosas más sencillas de la vida, y se da cuenta de que la felicidad no se encuentra en la acumulación de dinero y bienes materiales. Está disfrutando de su tiempo libre con su familia y amigos, y se siente más pleno y satisfecho que nunca.
Jean-Howard y Tony-Santoro se conocieron en el barrio de Brooklyn cuando eran adolescentes. Al principio, no se llevaban muy bien, pero luego comenzaron a pasar tiempo juntos y formaron una amistad sólida.
Un día, mientras peloteaban en la calle, se encontraron con un viejo tocadiscos abandonado. Tony, que era muy curioso, lo abrió y descubrió un disco de jazz dentro. Se pusieron a escucharlo y quedaron fascinados por la música.
Desde ese día, se hicieron inseparables y comenzaron a investigar todo lo relacionado con el jazz. Asistían a conciertos, compraban discos y, eventualmente, comenzaron a tocar ellos mismos.
Con el tiempo, se convirtieron en músicos talentosos y formaron una banda de jazz que tocó en muchos lugares de Nueva York. A pesar de los altibajos de la vida, Jean y Tony siempre mantuvieron su amistad y su amor por el jazz.