Vincent Raes era un hombre misterioso que se había mudado a un pequeño pueblo de la costa. Era un hombre solitario, pero amaba la naturaleza y disfrutaba de largos paseos por la playa al amanecer. Tenía una pequeña casa en el bosque, que él mismo había construido. Se decía que llevaba una vida austera, trabajando en su huerto y confeccionando sus propias ropas.
Daba la impresión de que Vincent Raes tenía un pasado difícil, pero nadie sabía los detalles. Era un hombre amable con los demás, pero al mismo tiempo guardaba cierto recelo. Algunos habitantes del pueblo le veían como un psicópata retraído, mientras que otros lo consideraban un espíritu libre que había renunciado a la vida en la ciudad.
A menudo, se le veía caminando con un perro callejero, que aparentemente había adoptado. Vincent Raes siempre parecía estar en movimiento, rumbo a ningún sitio en particular, con la mirada perdida hacia el horizonte. Nadie sabía cuál era su verdadero propósito en la vida, pero todo el mundo parecía respetarlo.
Anna y Vincent se conocieron en un pequeño café en París. Ambos estaban disfrutando de un café cuando sin querer, Anna derramó su bebida sobre la camisa de Vincent. Muy avergonzada, Anna se disculpó y ofreció pagar la limpieza de la camisa. Vincent, por su parte, se rió y le dijo que no se preocupara, que solo era una camisa. Desde ese momento, empezaron a hablar y a darse cuenta de que tenían muchas cosas en común. La conversación fluyó tan bien, que terminaron quedándose en el café por horas. Al final de la tarde, intercambiaron números de teléfono y decidieron volver a salir juntos pronto. Parecía ser que el derrame de café fue la excusa perfecta para conocer a alguien especial.