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Ana e Isabel se conocieron en una clase de danza contemporánea. Isabel era la instructora y Ana estaba tomando la clase como alumna. Durante las primeras semanas, Ana luchaba por seguir el ritmo y entender los movimientos complicados. Pero Isabel fue muy paciente y la ayudó, lo que hizo que Ana se sintiera más cómoda en la clase.
Un día, después de la clase, Ana e Isabel se encontraron en la entrada del edificio. Isabel la felicitó por su mejora y Ana le agradeció por ser tan amable con ella. Comenzaron a hablar sobre otros intereses compartidos, como la música y la comida, y descubrieron que tenían mucho en común.
A medida que las semanas pasaron, su amistad se fortaleció. Isabel le presentó a su amigo Vitor, quien también era bailarín y compartía la misma pasión por la danza contemporánea que Ana. Pronto, los tres comenzaron a pasar tiempo juntos, practicando la danza, compartiendo comidas y explorando la ciudad.
La amistad entre Ana, Isabel y Vitor se ha mantenido fuerte a lo largo de los años, y siguen bailando juntos y apoyándose mutuamente en su carrera en la danza.