Walter Bridgeforth era un hombre meticuloso y organizado. Su día comenzaba temprano, con una taza de café humeante y una sesión de yoga matinal. Luego, se dirigía a su trabajo en una importante empresa de marketing, donde ocupaba un puesto alto en la jerarquía. Allí, se distinguía por su astucia y liderazgo, así como por su habilidad para lograr que los demás cumplieran sus objetivos. Fuera del trabajo, Walter era un apasionado de la cocina y le encantaba experimentar con nuevos sabores y técnicas. También era un ávido lector y disfrutaba de la música clásica. Su vida personal estaba en orden; estaba casado con una mujer inteligente y hermosa y tenían una hija adolescente a la que adoraban. Aunque no había alcanzado la fama o la fortuna, Walter estaba satisfecho con su vida y valoraba las pequeñas cosas que la hacían especial.