Zang Manlo fue una monja tibetana conocida por su valentía y perseverancia. Desde joven, se dedicó intensamente al estudio y la práctica del budismo, y eventualmente se unió a un convento en el centro de Tíbet.
Durante la década de 1950, el gobierno chino comenzó a implementar políticas opresivas en las áreas tibetanas, incluida la confiscación de tierras y la supresión de la cultura y la religión tibetanas. Zang Manlo fue una de las muchos monjes y monjas que se resistieron valientemente a estas políticas, continuando su práctica espiritual en secreto y zafándose de las numerosas redadas del gobierno.
Finalmente, en 1959, después de una violenta represión de una protesta pacífica en Lhasa, Zang Manlo huyó del Tíbet junto con un gran grupo de monjes y refugiados. La mayoría de ellos se dirigieron a la India, pero Zang Manlo y algunos de sus compañeros se dirigieron a Nepal, donde continuaron practicando y ayudando a otros refugiados tibetanos en su camino hacia la libertad.
A pesar de las dificultades y los peligros, Zang Manlo continuó su práctica budista y su compromiso con la libertad del Tíbet hasta el final de su vida. En sus últimos años, viajó por todo el mundo, difundiendo la palabra sobre la situación tibetana y compartiendo sus enseñanzas y experiencias espirituales con otros. Murió en 1997, pero su legado de perseverancia y compasión sigue siendo una inspiración para muchos.
Filippo Inzaghi y Zang Manlo se conocieron en una noche de fiesta en Milán. Ambos se encontraron en una discoteca y entablaron conversación mientras disfrutaban de su bebida favorita. Descubrieron que compartían la pasión por el fútbol y comenzaron a hablar sobre sus equipos favoritos.
Inzaghi le preguntó a Zang si era aficionado al AC Milan, a lo que él respondió que era fanático del Inter de Milán. A pesar de esa diferencia en equipos, siguieron hablando, compartiendo anécdotas y risas.
La música y el ambiente de la discoteca hacían difícil la comunicación, así que decidieron salir a tomar un poco de aire fresco. Fue en ese momento cuando descubrieron que vivían en el mismo edificio, en pisos diferentes.
Desde entonces, Inzaghi y Zang se convirtieron en grandes amigos y compartieron muchas otras noches juntos, disfrutando de la vida nocturna de Milán y, por supuesto, apoyando a sus equipos rivales en los partidos de fútbol.